A cielo abierto: el cuento del psicoanálisis

A cielo abierto: el cuento del psicoanálisis

Escena de A cielo abierto. Imagen: Doc&Film International / Filmin.Escena de A cielo abierto. Imagen: Doc&Film International / Filmin.

Recuerdo cuando estudié filosofía que había en la facultad varios profesores etiquetados como lacanianos, que es una de las cosas más serias que uno puede ser en esta vida y por ello estaban enfrentados a quienes no lo eran. La manera de distinguirlos era sencilla: cuanto peor estaba alguien de la cabeza, más lacaniano era. ¿Pero en qué consiste exactamente esta hechicería tan propia del siglo XX? Jacques Lacan fue un psiquiatra francés nacido en 1901 que quiso desarrollar el psicoanálisis freudiano en su relación con el lenguaje. O más concretamente, según palabras de una de sus discípulas:

La primera enseñanza de Lacan no es sobre el lenguaje, es sobre lo imaginario. Es sobre el estadio del espejo: el estadio del espejo es ¿cómo un neurótico se vuelve neurótico o psicótico? En el momento en que consigue salirse de los efectos de la transitividad, en los cuales su imagen y la imagen del otro ya no se confunden y son claramente disociadas. El momento del estadio del espejo, ese momento en que tu imagen se disocia de la del otro, no es evidente, es muy frágil.

¿Ha quedado claro? Para el físico estadounidense Alan Sokal no mucho, por ello escribió su célebre Imposturas intelectuales, donde denunciaba el uso incorrecto de terminología científica por parte de algunos pensadores franceses, que utilizaban una jerga oscura hasta el punto de terminar resultando completamente incomprensibles. Para demostrar su tesis escribió un texto deliberadamente abstruso, lleno de sinsentidos, y logró que fuera publicado en una prestigiosa revista de estudios culturales. Una gamberrada que dio muchísimo que hablar desde entonces. Si uno no se expresa con claridad es que no piensa con claridad, venía a decirnos, de forma que pasa a utilizar las palabras como el pulpo la tinta. Y uno de los ejemplos más recurrentes de Sokal en dicha obra fue precisamente… Lacan. «Un charlatán total», según la implacable definición de Noam Chomsky.

Pero no hay mejor manera de valorar qué es y cómo funciona el psicoanálisis lacaniano que viéndolo en acción, examinando su utilización como terapia en pacientes. En la frontera franco-belga hay una residencia, Courtil, que acoge a niños con diferentes grados de autismo y otro tipo de discapacidades mentales. Allá fue la documentalista Mariana Otero dispuesta a indagar en la peculiar forma de ver el mundo de estos niños y en la manera de tratar con ellos y evaluarlos de su cuidadores. Fieles a las enseñanzas de su maestro le explicaron que «cada uno de estos niños que estaba allí, tenía una lengua privada a diferencia de nosotros que tenemos una lengua común», y de hecho el párrafo antes citado corresponde a una de las psiquiatras. Parece un buen lugar en el que vivir, en contacto con la naturaleza y rodeados de unos profesores que juegan, teatralizan cuentos clásicos y dialogan constantemente con ellos. Porque esa es la clave, ver qué significado le dan a las narraciones. No en vano ahí tenemos todo un clásico del género como es Psicoanálisis de los cuentos de hadas, deBruno Bettelheim. Vemos a los psicoanalistas adoptar un papel de críticos cinematográficos o literarios, describiendo cómo es el papel del niño en la narración que se esté representando, que puede ser un cuento, una canción o cualquier anécdota que protagonicen. A partir de ahí intentarán extraer un significado profundo sobre la personalidad del pequeño, su manera de encarar la realidad y relacionarse con quienes le rodean.

En principio es una perspectiva interesante, porque efectivamente nuestro cerebro funciona a base de narraciones. No es solo que de niños nos gusten los cuentos y de mayores las series y películas, también la información sea del tipo que sea —un artículo como este sin ir más lejos— ha de estar estructurado con un planteamiento, nudo y desenlace. Y la manera de vernos a nosotros mismos es también como personajes de una historia, por ello coinciden todos los estudios psicológicos en lo creativa que es la memoria: adaptamos nuestros recuerdos para que encajen en la historia que en el momento presente nos queremos contar a nosotros mismos y a los demás. Ahora bien, ¿es ese enfoque válido para resolver todos los problemas, incluso a la hora de tratar una enfermedad mental? Esto ya es un terreno mucho más peliagudo.

Por lo que vemos en este documental el afán interpretativo de los psicoanalistas lacanianos, su empeño en dar significado a cualquier anécdota, tiende a ir demasiado lejos, alcanzando niveles esotéricos. Así por ejemplo contemplamos como un niño se olvida un grifo abierto en el baño y eso lo identifican como la representación de un «desbordamiento interior». En otro momento comentan que un paciente que ha engordado unos kilos últimamente, lo cual podría deberse aparentemente a que come mucho y hace poco deporte. Pues no. La verdadera causa, nos dicen, es que «ciertos psicóticos se reagrupan en su propio peso». Y la escena definitiva tiene lugar cuando vemos a un niño de apenas cinco o seis años que está jugando y de repente, ejem, se caga encima. Hecho que la psiquiatra explica a la cámara con seriedad de intelectual francesa y los más sofisticados términos psicoanalíticos: «En una situación de gozo intenso quería inscribir la pérdida de algo (…) su Yo aparece y desaparece». Personalmente no he visto una escena comparable desde Borat.

En resumen, un documental curioso, en ocasiones desconcertante, en el que Mariana Otero enfoca su cámara y deja que el espectador juzgue este sanatorio mental, donde el discurso alucinado y desconectado de la realidad corresponde no solo a los pacientes, sino a sus terapeutas. Merece la pena por tanto no porque se esté de acuerdo con lo que en él se muestra, sino precisamente y con más motivo para armarse de argumentos en contra: ya sea en contra de los franceses y su pomposidad, del psicoanálisis, de Lacan, del relativismo posmoderno o de todo ello junto.

Aquí pueden ver el tráiler.

Escena de A cielo abierto. Imagen: Doc&Film International / Filmin.Escena de A cielo abierto. Imagen: Doc&Film International / Filmin.

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